*WARNING: This blog is intended for a mature audience. Its contents may include adult situations, violence and sensitive issues that some people might find disturbing. Please read at your own discretion.

27 June 2013

Unos Ojos marrones: Capítulo 02


Claire se sentía tan nerviosa por volver a encontrarse con su antigua amiga del colegio que escasamente se podía mantener erguida sobre el caballo: ¡si Ethel supiera el papel tan importante que había jugado en su decisión de abandonar Inglaterra...! Pero no, no podía decirle nada de todo eso. Si quería que su plan funcionara, tenía que ser cuidadosa y adoptar el papel de la Sra. Parker de forma convincente, incluso si eso suponía mentir a una persona tan apreciada como Ethel.


Ethel vivía en un agradable casita de dos plantas en las afueras de la ciudad. El edificio no tenía nada de llamativo, pero poseía un aire acogedor del que carecían las lujosas casas en las que Claire había vivido. Descabalgó, y mientras se acercaba a la entrada principal se puso a pensar en el poco esfuerzo que le costaría acostumbrarse a este nuevo ambiente. Respiró profundamente, y finalmente reunió el valor suficiente para llamar a la puerta.


Tras recibirla en su casa, Ethel tomó las manos de Claire entre las suyas en un gesto de afecto, y se apartó de ella un poco para mirarle a los ojos.

-Vaya, vaya. Deja que te eche un vistazo. Oh, ya no eres aquella niña de ojos soñadores que una vez conocí. Tienes un aspecto mucho más... ¿cómo decirlo?... serio.- Claire sonrío levemente al oír esas palabras, pero su expresión duró poco, pues Ethel continuó enseguida con su retahíla. -Supongo que ese es el efecto de hacerse adulto. O quizá es simplemente que me resulta difícil verte vestida de luto.- Claire se tensó un poco cuando Ethel mencionó su ropa. -Ay, lo siento, que desconsiderada soy; ya sabes que siempre hablo de más. Siento mucho tu pérdida. ¿Llevabas casada mucho tiempo?

-No pasa nada. No hace falta que te disculpes. Y gracias.- Claire tranquilizó a Ethel, pero al mismo tiempo evitó contestar a su pregunta.


Tras un momento de silencio, Ethel invitó a Claire a que se sentara a la mesa, dónde había un té ya preparado y un surtido de dulces. -Me sorprendió mucho recibir tu carta, después de tanto tiempo sin saber nada de ti.- Ethel parecía alegre, pero de pronto su tono de voz cambió. -Estuve muy preocupada aquel curso cuando no apareciste por el internado, y nadie supo qué te había pasado. Te escribí muchas veces, pero nunca me contestaste...


Claire podía percibir claramente que Ethel seguía siendo la cálida y amable chica que recordaba, si bien con una personalidad un poco arrolladora a veces. En cualquier caso, no estaba muy segura de si su comentario contenía un cierto tono de reproche. Desde luego, no podía culparla. -Siento tanto no haberte escrito nunca después de haber dejado el colegio.- apartó la mirada de su amiga -La verdad es que no llegué a recibir tus cartas.- Al menos podía decirle eso.


-Estaban olvidadas en un cajón polvoriento, y solo las encontré tras la muerte de mi padre, hace tres años. Se ve que nadie pensó que fueran lo bastante importantes como para dármelas. Cuando finalmente las leí, supuse que después de tanto tiempo no tenía mucho sentido contestarlas... -francamente, no sabía cómo disculparse.


-Así que fue eso.- La cara de Ethel volvió a iluminarse. -De todas formas, me hubiera encantado tener noticias tuyas, incluso con tanto retraso. Y...- por primera vez, Ethel parecía dudar. -¿Por qué no regresaste al internado tras aquel verano?

-Mi padre no quiso.- Y esa era la única respuesta que Claire estaba dispuesta a dar. Afortunadamente, Ethel pareció notar su incomodidad, y cambió de tema.

-Bueno,- suspiró Ethel, -no nos amargemos con el pasado, y simplemente alegrémonos de habenos encontrado de nuevo.- sonrió ampliamente.

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Tras terminar la merienda, retomaron la conversación en el sofá.


-Claire, ¿estás segura de que no quieres quedarte con nosotros? Por un tiempo, al menos... A mi marido no le importará, y mis niñas son muy buenas, apenas notarás su presencia.

-La habitación que he alquilado se ajusta perfectamente a mis necesidades. Además, debo aprender a ser independiente...- su educada sonrisa se transformó de pronto en una mueca al darse cuenta de lo poco que sabía sobre la libertad, y esto a veces le asustaba. No obstante, se recuperó enseguida al notar la mirada fija de su amiga. -Bueno, quiero decir..., que el dinero que me queda no me durará para siempre.

Se vieron interrumpidas por el sonido de unos pasos que se acercaban.


-¿Habéis terminado las lecciones?- Ethel se dirigió a las dos pequeñas que se acercaban a ellas tímidamente. La mayor de ellas asintió. -¡Buenas chicas! Venid, quiero presentaros a una amiga mía.- continuó hablando con Claire -Éstas son mis hijas: Caroline, que tiene cinco años...- La niña se sentó en el regazo de su madre al tiempo que ésta la presentaba. -Y Becky, que tiene tres.- La más pequeña, imitando a su hermana, se acomodó en el regazo de Claire.


Enseguida las niñas se pusieron a jugar entre ellas, ajenas a las dos adultas que les sonreían con dulzura. Entonces Ethel continuó su anterior conversación con Claire, y le preguntó. -Entonces, debes de estar buscando trabajo.


Claire se sobresaltó por la pregunta tan directa de su amiga. -Si, tengo que ganar dinero; el problema es que no soy más que una mujer, y sin ninguna preparación especial. ¿Quién querría contratarme?


-Quizá yo pueda ayudarte en eso...- Contestó Ethel sonríendo.

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Aquella noche, en su cuarto, Claire no pudo evitar preguntarse qué había pensado su amiga realmente de ella. Estaba claro que la había visto cambiada, pero, ¿a mejor o a peor?. Y apenas le había preguntado nada sobre su marido, ¿había sido por delicadeza o porque había notado sus evasivas?


Además, tenía otra cosa en mente. ¿Sabía Ethel lo que hacía cuando le aconsejó que solicitara ese trabajo? No se sentía capacitada para trabajar a las órdenes de un hombre. Seguro que lo haría todo mal (siempre lo hacía) y entonces... En fin, tenía que intentarlo, al menos. ¿Quién sabe? Quizá tuviera suerte y Ethel no había exagerado demasiado al alabar al Dr. Stuart.


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