*WARNING: This blog is intended for a mature audience. Its contents may include adult situations, violence and sensitive issues that some people might find disturbing. Please read at your own discretion.

5 October 2013

Unos Ojos marrones: Capítulo 04


Aquel domingo, el corazón de Claire estaba tan radiante como el propio día. Ethel y ella habían quedado para ir de excursión a la playa con las niñas. Estaba entusiasmada, pues habían pasado muchos años desde su último picnic. Decidió ir caminando, y mientras los reconfortantes rayos de sol le acariciaban la cara, iba repasando mentalmente todo lo que le había sucedido en las últimas semanas que llevaba trabajando para el Dr. Stuart. Tenía un trabajo -un trabajo de verdad-, los pacientes comenzaban a confiar en ella, y por primera vez en la vida se sentía necesaria. Le resultaba extraño que hubiera gente que se fijara en alguien tan insignificante como ella, solo esperaba no acabar decepcionándoles.

Con respecto al Dr. Stuart, aún no sabía qué pensar. Sin duda, de todos los hombres que había conocido, era el que la había tratado más amablemente; no obstante, ¿qué sabía ella? Pudiera ser simplemente que en ese país los hombres se comportaban de forma distinta cuando querían agradar a una mujer. Sí era cierto que su amabilidad le hacía sentirse insegura, y muy probablemente él cambiaría de actitud cuando cometiera el primer error.

Claire hizo un esfuerzo por no dejar que sus pensamientos nublaran el estimulante día que le esperaba.


Poco después llegó a la playa, dónde sus amigas ya la estaban esperando. Al acercarse las saludó con la mano. Entre todas se encargaron de preparar todo lo necesario para la comida. Ethel extendió un mantel a cuadros mientras Claire se encargaba de los alimentos.


Al terminar con los preparativos, las cuatro se sentaron para disfrutar de su almuerzo. Estaba delicioso, y con la suave brisa marina todo sabía mejor. A Claire, este momento le pareció perfecto.


Tras la comida, las dos adultas jugaron un rato con las niñas. Caroline quería enseñarle a Claire una nueva pirueta que acababa de aprender, y Claire accedió con gusto; le encantaba pasar tiempo con ellas. Al cabo de un rato, Caroline y Becky se fueron a jugar por su cuenta, mientras Claire y Ethel se quedaron escuchando las olas.


Ethel fue la que rompió el silencio. -Espero que puedas perdonarme por cómo me comporté el otro día. De verdad, mi intención no era que te sintieras incómoda. Estaba tan feliz de volver a verte que me excedí un poco, supongo. No volveré a presionarte, te lo prometo. Pero, Claire,- su cuerpo se tensó levemente. -¿Me tendrás en cuenta si alguna vez quieres hablar? ¿Sobre lo que sea?

A Claire le conmovió profundamente el ofrecimiento de Ethel, y por un momento estuvo tentada de contárselo todo; quizá no la juzgara muy severamente. Pero al final se contuvo. Lo que había hecho estaba mal, y demostraba que era una mujer débil y egoísta; además, no podía permitirse confiar en nadie, sabía muy bien cuáles serían las consecuencias. Claire esperaba que Eliza se encontrara bien en Inglaterra, si algo le pasara ella sería la única responsable. -Gracias.- Fue todo lo que le respondió.

-¿Recuerdas cómo nos conocimos?- le preguntó Ethel mirando soñadora al horizonte, aparentemente ajena a la desazón de Claire.

Claire se animó ligeramente al recordar aquellos buenos momentos. -Oh, si, fue durante un picnic, como hoy. Creo que es la única vez que te he visto callada.- Ambas se rieron.

********************


Aquella niña rubia que estaba sentada sola debía de ser la nueva alumna de la que Claire había oído hablar.  Dudó sobre si acercarse a ella o no, pero, ya que el picnic anual tenía como objetivo que las chicas se conocieran, finalmente se aproximó para conocerla.


-Hola, soy Claire. Tú debes de ser la nueva estudiante. ¿Es cierto que has venido desde Norte América?- le preguntó, y vio cómo levantaba un poco la cabeza para mirarla.

-Soy Ethel.- asintió.

-¿Puedo sentarme contigo un rato?

Ethel se encogió de hombros. -Si quieres...

Claire se sentó en el hueco que Ethel, sin hacerle mucho caso, le había dejado a su derecha. Tras una pausa, volvió a hablarle. -Echarás mucho de menos tu casa, ¿no?


Ethel parecía perdida en sus pensamientos; sin embargo, contestó. -Si. A mi hermano.- Suspiró -Él es quién cuida de mí desde que falleció nuestro padre, pero piensa que ya soy lo bastante mayor para viajar al extranjero y pasar algún tiempo sola en Europa. Dice que es bueno para mi educación.


-Andrew, ése es mi hermano...- continuó Ethel, con su timidez inicial ya olvidada. -va a ser médico, ¿sabes? Y me ha prometido que si no me gusta estar aquí no tengo por qué volver al año que viene.

A Claire le divertía ver el cambio de actitud de su nueva amiga. -Seguro que te lo vas a pasar muy bien aquí. Las profesoras son muy simpáticas y aprendemos todo tipo de cosas divertidas.

Las niñas se vieron interrumpidas, pues había llegado la hora de reunirse con las demás para comer.


Decidieron sentarse juntas en una de las mantas que estaban dispuestas sobre la hierba, repletas de comida recién hecha, leche y dulces. Tras acabar el almuerzo las profesoras aconsejaron a las niñas que se quedaran sentadas bajo la sombra de los árboles para que el sol no las hiciera enfermar. Claire y Ethel aprovecharon la oportunidad para continuar su conversación.


-¿Tienes alguna asignatura favorita, Ethel? La mía es la clase de piano. Tocar el piano es lo que más me gusta. Algún día escribiré la música de un ballet. Será un cuento de hadas, con una princesa encantada, secuestrada en una horrible mazmorra por su malvada madrastra, y un día llegará un apuesto príncipe que la salvará y se casará con ella.- Las dos niñas se miraron y rieron con picardía al imaginar aquel bonito relato. Cuando sus risas se calmaron, Claire le preguntó a Ethel -¿Quieres ir a jugar con las demás?


Las facciones de Ethel se ensombrecieron de nuevo. -¡Creo que son ellas las que no quieren jugar conmigo! Antes de que llegaras se estaban riendo de mi acento. Dicen que hablo raro.

-Si por "ellas" te refieres a Helen,- dijo Claire, señalando con la cabeza a una chica de ojos verdes que estaba sentada detrás de ellas, -no es tan mala. Si le das un poco de tiempo para que te conozca, verás que es simpática.- Se puso en pie. -Bueno, al menos querrás jugar conmigo, ¿verdad?- Ethel asintió alegremente.


Y mientras jugaban al escondite, juraron ser amigas para siempre.

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-Eras siempre tan divertida e ingeniosa. Nos tenías cautivadas a todas con tu música y tus historias. Incluso las chicas mayores dejaban lo que estaban haciendo para escucharte tocar.


Claire esbozó una sonrisa de agradecimiento. Se preguntaba adónde habría ido a parar aquella niña; ahora que pensaba en ella le parecía una persona distinta. Se alegraba, al menos, de que aquella chica de doce años siguiera viva en el recuerdo de alguien.

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El primer mes de Claire en Canadá llegaba a su fin, y ella se sentía muy feliz. Su nueva vida era estupenda. Pero entonces, al disiparse la emoción por la novedad... llegaron las pesadillas.



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